martes, 15 de septiembre de 2009

Reconciliación

Empezar de nuevo…

"Confesarse”; "hacer penitencia”; son palabras que no nos resultan muy agradables. Hoy mucha gente se confiesa menos que antes. Pero se puede palpar también que muchos tienen ganas de confesarse en serio.
Todos tenemos pecados; pero si nuestra conciencia está ciega no los vemos. Para darse cuenta de que uno es pecador y para poder reconocer los propios pecados, hay que educar y formar su conciencia moral, de acuerdo a los criterios del Evangelio. Hay que preocuparse por descubrir qué es el pecado.




Yo no tengo pecado
"Yo no tengo pecados”: Claro que a una persona que piensa así, es inútil hablarle de la Confesión o de cosas parecidas. Sería como decirle a una persona que se siente sana, que tiene que ir al médico. Pero las frases siguientes, por ser Palabra de Dios, tendrían que hacernos pensar: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros." 1JN 1,8 "Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos pasar a Dios por mentiroso, y su palabra no está en nosotroS."1JN 1,10. Y la Biblia dice también que hasta
"el justo" cae muchas veces. Ver Prov.24, 16. Y San Pablo afirma que todos estamos sometidos al pecados, recordando: ''Así lo afirma la Escritura: No hay ningún justo, ni siquiera uno” Rom.3, 10.

Todo hombre sano tiene en su interior esa voz que llamamos conciencia moral, que le dice lo que está bien y lo que está mal. La conciencia es como el ojo. Si una persona es ciega o cierra los ojos, puede decir que no ve ningún color, aunque tenga el arco iris delante. Los colores están ahí, pero esa persona no los ve, no se da cuenta. Con el pecado sucede lo mismo.

¿QUÉ ES El PECADO?
Dios tiene un grandioso plan conmigo y con el mundo. Quiere que sea un mundo cada vez mejor. Pecado es oponerse a este plan de Dios, es no colaborar en la construcción de un mundo nuevo, donde haya más comprensión, más amor. PECADO ES NO HACER EL BIEN. Pecamos cada vez que nos quedamos con los brazos cruzados y no damos una mano en pequeñas y grandes cosas. En realidad hay un solo pecado que es: NO AMAR.

Los pecados son como los síntomas de esa única enfermedad: falta de amor. Porque si uno quiere a una persona, no le roba, no le miente, no le entristece, no habla ni piensa mal de ella, y menos la mata, sino va a ayudarla en todo lo posible.

¡Cuánto más ames, descubrirás más tu falta de amor!

Lo peor no es tanto cada acto malo tomado aisladamente, sino más bien la actitud interior que nos lleva a cometer esos actos. Una "mentirita" puede no tener importancia pero sí la tiene la falta habitual de sinceridad.


Pecando no sólo nos negamos a construir un mundo según el plan de Dios sino también debilitamos y hasta podemos llegar a destruir completamente nuestra relación con Dios y con el prójimo. En el lugar de la hermandad que debería reinar entre los hombres, ponemos odios, violencia, envidias, celos, rencores, acusación, división. En lugar de vivir en amistad con Dios rompemos la comunión con Él, nuestro Creador y única fuente de Vida y felicidad. De ese modo perdemos la armonía interior y nos condenamos a nosotros mismos a vivir en soledad. Así que el pecador rompiendo los lazos con Dios y sus hermanos se castiga a sí mismo. Por ejemplo, el que miente va a perder poco a poco la confianza de los demás.
Y cuando decimos que Dios castiga al pecador, estamos hablando de un Padre que castiga a su hijo para corregirlo.
No es fácil amar. No nos alcanzará toda la vida para amar como hijos y hermanos. Por eso siempre necesitamos ser perdonados. Ser perdonado es cambiar, convertirse.
Toda la vida del cristiano ha de ser un camino de penitencia, o sea, de RETORNO CONSTANTE A DIOS Y AL HERMANO.
Ahora usted comprende que si mañana va a confesar y le dice al sacerdote que hace una semana que no le habla a su esposa, aunque el sacerdote le dé la absolución, usted no está perdonado si no quiere a su mujer y le habla con cariño.


El amor cubre todos los pecados
Hay muchos caminos de recibir el perdón, especialmente para "los pecados de cada día':
Todo lo que nos hace más "unos con otros”, más "Iglesia”, es fuente de perdón. "El amor cubre todos los pecados."1Pe 4,8
Los caminos de reparar el daño causado son caminos de perdón, porque nos unen más. En el Padrenuestro pedimos a Dios que nos perdone nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. El breve rito de la reconciliación que abre la Santa Misa purifica nuestro corazón. La lectura, la atenta escucha y la meditación de la Palabra de Dios nos da el perdón. La participación en la Santa Misa, re-unión de hermanos por excelencia, es también fuente de perdón en grado sumo. Y no es casualidad que el Sacramento que abre el acceso a la comunidad de la Iglesia -el Bautismo- sea también el baño que limpia todos los pecados.
El gran Sacramento del Perdón es el Sacramento de la Penitencia o Confesión, llamado también SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN.
El Señor dio a su Iglesia el poder de perdonar en su nombre: "Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan." Jn.20, 23. Es lo que San Pablo llama el ministerio de la reconciliación. Que podamos confesarnos es algo grande y admirable.

"SUS PECADOS, SUS NUMEROSOS PECADOS, LE HAN SIDO PERDONADOS, PORQUE HA DEMOSTRADO MUCHO AMOR." (Lucas 7,36-50).

¿CUÁNDO TENGO QUE CONFESARME?

Cada uno puede hacerlo cuando lo necesita. Cuando una persona rompió gravemente la amistad con Dios y el prójimo (pecado grave o mortal), lo mejor es confesarse cuanto antes, como cuando uno tiene una enfermedad grave trata de ver con urgencia al médico. Mientras espera el momento de confesarse puede reconciliarse interiormente con Dios y con los hermanos, arrepintiéndose en serio por lo que hizo y volviendo a querer a las personas que ofendió. Quien ha cometido un pecado grave no debe recibir la Santa Comunión mientras no se haya confesado. (En el caso de que sea imposible encontrar a un sacerdote, basta para poder comulgar que uno se arrepienta y
Se proponga sinceramente recibir la absolución sacra mental en la próxima oportunidad).

El que es consciente sólo de pequeñas faltas (pecados veniales) no tiene obligación estricta de confesarse. Pero de vez en cuando conviene detenernos en la ruta y repasar, mapa en mano, el camino recorrido, para darnos cuenta de equivocaciones, y no ir acostumbrándonos a esos pecados, aunque sean pequeños, y de a poco caer en otros mayores. Aquel que no va periódicamente al dentista, tiene que contar con que el día de mañana será necesario un tratamiento de raíz.

Conviene confesarse especialmente en CUA-RESMA, también en Adviento y en víspera de unirse en Santo Matrimonio y del Bautismo o de la Primera Comunión de un hijo o ahijado, o de otro acontecimiento importante.

Algunos están acostumbrados a confesarse con frecuencia, antes de cada Misa. Si alguien lo hiciese por escrúpulos, mera costumbre y con rutina, no es de aconsejar. No se trata de "sacar un boleto" para comulgar, pero sin comprometerse a cambiar su vida en nada.


CELEBRACIÓN COMUNITARIA DE LA Reconciliación

Hoy redescubrimos el CARÁCTER COMUNITARIO DE LA Reconciliación. Somos más conscientes de que ser perdonados es no sólo reencontrarse con Dios sino también con los hermanos. Tiene también la ventaja de que la preparación común puede liberar a muchos de una idea estrecha y falsa del pecado, que tal vez arrastren desde su juventud. Ayuda a formar la conciencia según criterios del Evangelio. Todos quedan invitados a participar en esas Celebraciones del Sacramento de la Reconciliación que se realizan periódicamente en las parroquias y a acercarse con plena confianza a la Confesión. No hay pecado que Dios no perdone. Y usted experimentará paz.


¿COMO ME CONFIESO BIEN?

Jesucristo no prescribió los sacramentos en todos sus detalles. De hecho, a lo largo de la historia, la Iglesia iba cambiando la manera de celebrar el Sacramento de la Reconciliación, pero lo esencial sigue siendo lo mismo.


1.- RECONOCIMIENTO DE LOS PECADOS: Para conocer nuestros pecados hacemos lo que comúnmente llamamos "EXAMEN DE CONCIENCIA". Tratamos de ver todo lo que nuestra conciencia recuerda como pecado. Esto no quiere decir que tenemos obligación de rompemos la cabeza para recordar y confesar todos los "pecaditos". Lo que no debemos callar son los pecados graves. De entre los pecados veniales conviene elegir algunos los que nos parecen que perjudican más a los otros y a nosotros, o aquellos de los que nos sentimos más arrepentidos.
Confesando pocos pecados y tratando de penetrar hasta la raíz de ellos (actitud interior mala), es más fácil tomar en serio la decisión de hacer algo para cambiar de veras.

2.- ARREPENTIMIENTO POR LOS PECADOS: Todo el rito de este Sacramento no tendrá sentido para quien no se arrepienta, para quien no se convierta interiormente. El arrepentimiento es algo más que angustia, malestar, amargura o "quebrantos". Es el dolor de haber violado el amor de Dios y roto los lazos de hermandad.

3.- Decisión DE CAMBIAR
Si damos los dos pasos anteriores, nace sola la decisión o el propósito de cambiar nuestra conducta. No basta sentir un deseo general de ser mejores, porque esos deseos podemos tenerlos mucho tiempo, y mientras tanto ¡seguimos obrando siempre igual! Se trata de ver CONCRETAMENTE en qué y cómo vamos a cambiar nuestra vida.
Esto no significa que si después volvemos a caer en el mismo pecado tengamos que desanimamos o pensar que nos habíamos confesado mal. A pesar de toda nuestra buena voluntad seguimos siendo débiles y en toda la vida no acabaremos de salir del todo del pecado.

4.- Confesión DE LOS PECADOS: Así preparados podemos acercamos al sacerdote para confesar NUESTROS pecados (¡no los de los vecinos!). El sacerdote es un delegado de Cristo y un representante de la Iglesia que nos expresa visiblemente el perdón de Dios y de nuestros hermanos.

5.- Manifestación DE ARREPENTIMIENTO: Pecando rompemos el plan de Dios, causamos un desorden y hacemos un daño. Y es normal que uno tiene que hacer algo para arreglar esa situación. No es más que justo. ¿No le parece?
Si yo le robo a usted plata, y después voy a visitarlo para pedirle perdón, ¿qué hará usted? ¡Me dirá que le devuelva su dinero! ¿o no?
Además, la "penitencia" nos ayuda a comenzar a cumplir la decisión de cambiar la conducta. Si usted confiesa que es muy apegado al dinero, podría proponerle al sacerdote que le dé como "penitencia" ayudar a una persona pobre. O si nunca reza, que lea alguna página de la Biblia. Así la confesión le irá ayudando a que su vida sea cada día un poco más conforme al Evangelio.

6.- Absolución: "Absolver" quiere decir "desatar". Usted estaba como atado por sus pecados y Dios lo libera desatándolo. Usted queda reconciliado con Dios, su Padre, y con los hombres, sus hermanos. Esto debería ser motivo de alegría y acción de gracias a Dios por su gran bondad.


¿Por qué confesar mis pecados a un hombre como yo?
El sacerdote es un hombre como todos. Es cierto. Él también es un pecador que necesita ser perdonado. Pero ¿rechazaría usted un tesoro porque no le gusta quien se lo entrega? ¿Y no le parece que Jesús simplificó las cosas al hacerlo así? La Iglesia es una familia, y TODO pecado afecta de alguna manera a todos sus miembros. Y cada uno ocupa SU lugar en esta comunidad. Lo que él destruye causa una herida al Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, y como nadie puede reemplazar ningún otro en su lugar, deja lo que uno no construye, un vacío en la comunidad y perjudica a todos. ¡Piense, si tuviéramos que ir a buscar a todos los miembros de la Comunidad, la Iglesia, para reconciliamos y pedir perdón a cada uno! Como todo buen padre, Dios quiere que no sólo vivamos en amistad con Él, sino también que todos sus hijos nos queramos y nos reconciliemos entre nosotros. Piense en la SEGURIDAD que nos da el escuchar una voz que nos dice con palabras humanas, en nombre de Dios y en representación de la Iglesia entera: "Tus pecados están perdonados. Puedes irte en paz."

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