viernes, 22 de mayo de 2009

Pedro: vocación, nombre, liderazgo y muerte

¿CÓMO SE CONOCIERON SAN PEDRO Y JESÚS?

El hombre que se convirtió en roca

El apóstol más conocido de Jesús es ciertamente Pedro. Sin embargo, los evangelios cuentan muy poco de él, y lo poco que cuentan a veces resulta contradictorio.
Sabemos que había nacido en Betsaida Julia (Jn 1, 44), pueblito ubicado tres kilómetros al norte del lago de Galilea. Siendo ya adulto se trasladó con su familia a Cafarnaún (Mc 1,29) para dedicarse a la pesca con su hermano Andrés (Mc 1, 16). Estaba casado, y su suegra vivía en la casa de él (Mc. 1,30). El lazo familiar que lo unía a su mujer era tan fuerte, que aunque abandonó momentáneamente su hogar para seguir a Jesús, cuando se convirtió en misionero lo hizo acompañado por su esposa (1 Cor 9, 5). Parece haber tenido cierto interés por las cuestiones religiosas, porque con su hermano Andrés solía frecuentar los grupos de reflexión presididos por Juan el Bautista.

Pero las discordancias aparecen sobre todo en un hecho tan importante como es el de su vocación. En los evangelios tenemos tres versiones diferentes.

1- Un seguimiento poco creíble
Marcos cuenta que un día "Jesús iba caminando por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón ya su hermano Andrés echando las redes en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: 'Síganme, y los haré pescadores de hombres'. Ellos de inmediato dejaron sus redes y se fueron con Él" (1, 16-18).
Así como está, la narración resulta insólita. Es la primera vez que Pedro ve a Jesús. No sabe quién es. No lo escuchó predicar, ni lo vio hacer ningún milagro, ni sabe para qué lo llama. ¿Cómo va a ir tras él? ¿Puede un hombre adulto, con familia, casa y trabajo, abandonarlo todo repentinamente y seguir a un desconocido transeúnte que aquel día pasaba junto al lago, sin preguntar quién es él ni qué intenciones tiene? Es algo psicológicamente increíble.
Pero a Marcos no le interesaban estos planteos, ni la incoherencia del relato. Su propósito, al contar de esa manera la vocación de Pedro, era mostrar la prontitud que hay que tener ante el llamado de Jesús, y la disponibilidad de dejarlo todo cuando se está frente a él. Incluso el detalle de que Pedro estaba "echando" las redes en el momento de ser llamado, y que las abandonó inmediatamente dentro del agua sin preocuparse siquiera por sacarlas, indica la urgencia del seguimiento a Jesús. Marcos, pues, quiso enseñar que el apóstol sigue al Señor no por sus hermosas teorías, ni por sus bellas ideas teológicas, sino por él mismo. Como el que ama sin razón alguna. Jesús mismo debe ser el centro de nuestra atención, más allá de lo que pida, exija o disponga de nosotros.
2- Cuando Mateo compuso su Evangelio puso el mismo relato de Marcos.

3- El viejo conocido
Pero Lucas, al escribir el suyo, no quiso incluir esta narración. ¿Cómo iban a creer sus lectores que la vocación de Pedro fue de esta manera? Por eso prefirió cambiarla, y presentarla de la siguiente manera:
"Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y se puso a enseñar a la multitud. Después de predicar le dijo a Simón: "Navega mar adentro y echen allí las redes para pescar". Pero Simón le contestó: "Maestro, hemos estado intentado pescar toda la noche, y no hemos sacado nada. Pero porque tú lo dices, echaré las redes". Así lo hicieron, y pescaron tal cantidad de peces que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos fueron, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundieron. Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús y le dijo: "¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!" Es que él y todos los demás estaban asombrados por los peces que habían sacado y también lo estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús le dijo a Simón:
"No temas, desde ahora serás pescador de hombres". Entonces llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron a Jesús" (Lc 5,1-11).

4- Una versión corregida
Esta segunda versión de la vocación de Pedro, más lógica y coherente, tiene cuatro importantes diferencias con la de
Marcos.
Primero, Lucas dice que Jesús antes de llamar a Pedro hacía tiempo que predicaba, y que era muy conocido en Galilea (Lc 4, 14). Que Pedro había tenido la oportunidad de escucharlo (Lc 4, 31-32), y de presenciar muchos de sus milagros en Cafarnaúm (Lc 4, 23.31-37). Incluso había estado de visita en su propia casa, y curado asombrosamente a su suegra (4,38-39). Por lo tanto cuando Jesús lo llamó, el pescador de Galilea ya lo conocía muy bien.

Segundo, el día del llamado, Jesús no era un mero transeúnte que pasaba junto al lago de Galilea (como en Marcos), sino estaba enseñando a la gente como Maestro prestigioso, y subido precisamente en la barca de Pedro.

Tercero, Jesús lo conquistó impresionándolo con una pesca milagrosa, es decir, en el mismo terreno en el que Pedro era experto.
Finalmente, no lo llamó para un futuro vago e impreciso como en Marcos ("los haré pescadores de hombres"), sino que lo asoció inmediatamente a su actividad misionera ("desde ahora serás"), con lo cual se entiende mejor por qué Pedro lo deja todo en aquel mismo momento.

Así es más aceptable
Con estos cuatro cambios, Lucas logró crear un marco psicológico más adecuado para la vocación de Simón Pedro. Y de paso dejó una enseñanza teológica diferente. Ya no pretendió, como Marcos, subrayar la importancia de la disponibilidad inmediata que el discípulo debe tener ante el llamado del Maestro, sino los beneficios del seguimiento a Jesús.
En efecto, cuando Pedro pesca sin el Señor, el fracaso y la frustración lo acechan a cada paso. Pero cuando pesca según sus instrucciones, obedeciendo a su palabra, descubre que es posible vivir cosas asombrosas e increíbles. No se trata ya, como en el caso de Marcos, de seguir por seguir, al Maestro que llama, sin importar los motivos por los cuales se lo sigue. Ahora sí existen motivos reales para seguido. Porque con él, el hombre emprende una aventura maravillosa, capaz de llenar de felicidad y plenitud extraordinarias al discípulo. Porque con él, se acrecienta la confianza del hombre en las tareas que realiza, pues sabe que lo guía una palabra poderosa. Porque con él, el trabajo del hombre se convierte en un trabajo milagroso.

Se lo presentó su hermano
San Juan, por último, nos ofrece una tercera versión, completamente distinta, de la vocación de Pedro. Para él, el hecho no sucedió a orillas del lago de Galilea, como en los demás evangelios, sino en la localidad de Betania, al sudeste del país, a orillas del río Jordán. Y no fue Jesús el que salió al encuentro de los hermanos pescadores, sino que éstos fueron en busca de él.
En efecto, el Cuarto Evangelio cuenta que Andrés, hermano de Pedro, era por aquel entonces discípulo de Juan el Bautista. Y un día que Jesús pasaba por allí, Juan el Bautista se lo presentó a Andrés. Entonces Andrés, junto a otro discípulo anónimo, le pidió a Jesús que les permitiera seguirlo. Jesús accedió, y se quedaron todo el día acompañándolo y escuchando su palabra (Jn 1, 35-39). Al día siguiente fue la vocación de Pedro:
"Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían seguido a Jesús. Al amanecer se encontró con su hermano Simón y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías" (que significa "Ungido"). Y lo llevó hasta donde estaba Jesús. Cuando Jesús lo vio, le dijo: "Tú eres Simón, hijo de Juan. Pero te llamarás Cefas" (que significa "piedra")" (In 1, 40-42). Y desde ese día Pedro se convirtió en discípulo del Señor.

Un llamado ordinario
El relato del Cuarto Evangelio enfoca la vocación de Pedro desde una nueva perspectiva. Según él, el encuentro entre Jesús y Pedro no se produjo de manera directa sino a través de una cadena: primero Juan el Bautista se lo presentó a Andrés, y luego Andrés se lo presentó a Pedro. Además, no fue un encuentro imponente (como en Marcos) ni maravilloso (como en Lucas), sino absolutamente ordinario y común.
De ese modo, este evangelista destaca cómo es posible encontrarse con el Señor a través de las causas más triviales de cada día. Que la vocación no consiste en un golpe emotivo y conmovedor, que lo deja a uno prácticamente sin otra opción, como puede ser el presenciar un hecho milagroso o un acontecimiento impresionante, sino que la invitación ha seguido es una llamada libre e inesperada, que se presenta camuflada en los avatares más insospechados de cada día.
Ahora bien, ¿cómo haría sucedido realmente el encuentro entre Pedro y Jesús? Probablemente los hechos fueron así: cuando Jesús se hizo bautizar por Juan el Bautista en el río Jordán, conoció a Andrés y a Pedro que eran discípulos de éste, y allí hicieron amistad (como dice el Cuarto Evangelio). Más tarde Jesús abandonó a Juan y se marchó a Galilea, donde inició su propia actividad como predicador. Al principio actuó solo, pero más tarde quiso formar un grupo de discípulos. Mientras tanto, Pedro y Andrés habían retornado a su profesión de pescadores en el lago de Galilea, y allí fue cuando los llamó Jesús (como dice Marcos).


De Simón a Pedro

Un segundo enigma de la vida de Pedro es su cambio de nombre. Sabemos que se llamaba Simón, y que Jesús le puso Pedro (o Cefas, en arameo). Pero ¿cuándo sucedió esto? También en los evangelios hay tres versiones distintas.

Según Juan, como ya vimos, fue en el primer encuentro que tuvieron, cuando Andrés lo llevó ante Jesús (1, 42). Porque en ese momento Simón comenzaba una nueva etapa en su vida, y necesitaba un nombre nuevo.
En cambio para Marcos y Lucas fue más adelante, cuando fue elegido miembro del grupo de Los Doce: "Eligió a Doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar y expulsar demonios. Instituyó a Los Doce, y puso a Simón el nombre de Pedro" (Mc 3, 14-16; Lc 6, 14).
Finalmente Mateo es el que cuenta la versión más conocida. En cierta oportunidad Jesús preguntó a los apóstoles que opinaban de él, y Simón contestó: "Tú eres el Mesías", y Jesús le contestó: "Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 13-20). Así, según Mateo el nuevo rol de Pedro comienza cuando Jesús lo elige como fundamento y pilar de su nueva Iglesia.
Muy frágil para ser piedra
¿Es posible también aquí saber cuál de las tres tradiciones es la histórica? Resulta difícil. Incluso algunos descalifican las tres versiones, y piensan que no fue Jesús el que le puso a Simón el nombre de Pedro sino los primeros cristianos, cuando después de la resurrección del Señor, Pedro se convirtió en el principal dirigente de las comunidades, y por lo tanto en la piedra sobre la que ellos se apoyaban.
Pero es inexplicable que los primeros cristianos, conociendo lo débil y cobarde que Pedro había sido durante la pasión y muerte de Jesús, y las tres veces que lo había negado, le hayan puesto precisamente el nombre de "piedra", "roca". Sólo se entiende que lo llamaran así, si este nombre provenía del mismo Jesús.
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Además los cuatro evangelios afirman, aunque con versiones diferentes, que fue Jesús quien personalmente le puso el nombre de Pedro. Si se lo hubieran puesto los primeros cristianos, resultaría difícil explicar la unanimidad de la tradición.
Por eso la mayoría de los biblistas sostiene que el nombre de "Pedro" (o Cefas) le fue dado a Simón directamente por Jesús en algún momento de su vida, aunque resulta imposible saber cuándo.

El jefe indiscutido
Los evangelistas, pues, no buscaron ofrecemos datos históricos sobre la vida de Simón Pedro sino que, con la información que tenían, nos transmitieron un mensaje, inspirados por el Espíritu Santo.
Pero hay algo en lo que todos coinciden, no obstante las diferencias de enfoque, y es el lugar destacado que Pedro ocupó dentro del grupo de los apóstoles. En efecto, aparece en todos los evangelios como el vocero y el representante de los demás.
Así, es él el que pregunta el significado de las parábolas difíciles (Mt 15, 15; Lc 12,41). El que quiere saber cuántas veces hay que perdonar (Mt 18, 21). El que averigua sobre la recompensa que les dará Jesús por haberlo seguido (Mt 19, 27). El que pide explicaciones sobre la higuera que se había secado milagrosamente (Mc 11, 21). El que pregunta sobre los detalles del fin del mundo (Mc 13, 3).
Es el apóstol Pedro el que responde cuando Jesús pregunta quién lo ha tocado entre la multitud (Lc 8, 45). El que confiesa que Jesús es el Mesías (Mc 8,29). El que promete al Señor que los Doce no lo abandonarán (Jn 6, 68). El que hace el audaz pedido de caminar sobre las aguas una noche de tormenta (Mt 14, 28). El que asegura estar dispuesto a ir con Jesús a la cárcel y a la muerte (Lc 22, 33). El que, camino a Getsemaní, exclama: "Aunque todos se escandalicen de ti, yo no" (Mc 14, 29).
Esto demuestra la indudable jerarquía de la que Pedro gozaba durante la vida de Jesús.

La muerte boca abajo
La última vez que el Nuevo Testamento habla de Pedro es durante el Concilio de Jerusalén, en el cual el Príncipe de los apóstoles propuso liberar a los cristianos de la práctica de la Ley de Moisés, con lo cual el cristianismo se independizó definitivamente del judaísmo (Hch 15,7-11). Después desaparece, y ya no volvemos a tener información sobre él.

¿Qué fue de su vida? ¿Qué fin tuvo aquel pescador galileo, convocado personalmente por Jesús para el proyecto más fantástico de la historia, que tuvo el privilegio de verlo, tocarlo, estar a solas con él, escuchar las enseñanzas de su propia boca? Numerosas leyendas posteriores trataron de explicarlo.
Según éstas, luego del Concilio de Jerusalén Pedro se trasladó a Roma. Allí convirtió con su predicación a las cuatro concubinas del Prefecto romano Agripa, las cuales abandonaron su modo de vida y siguieron a Jesús. También convirtió a Xantipa, la favorita del Emperador, quien decidió vivir desde entonces en castidad perpetua. Enfurecidos ambos gobernantes resolvieron acabar con Pedro, por lo que el apóstol debió escapar de la ciudad. Pero cuando estaba huyendo, Jesús se le apareció por el camino. Pedro le preguntó: "Señor, ¿a dónde vas?". Y él le contestó: "Vaya Roma a ser crucificado de nuevo". Entonces aquél comprendió que Jesús decía tales palabras al ver que su discípulo principal huía cobardemente, y decidió regresar y morir con valentía.

La mujer de Pedro había sido también apresada, y fue crucificada delante de el, mientras lo obligaban a mirar la escena. Pero Pedro la animaba diciéndole: "Acuérdate del Señor, acuérdate del Señor". Fue talla fe que él demostraba, que el carcelero terminó convirtiéndose al cristianismo. Y cuando llegó el momento de la crucifixión de Pedro, pidió que lo colocaran cabeza abajo, porque no era digno de morir de la misma manera que su Señor.

Un largo conocimiento
Ignoramos cuándo conoció Pedro a Jesús, como ignoramos otros detalles de su vida. Pero sí sabemos que a Pedro le llevó toda una vida conocer al Señor. Con enojos, malentendidos, negaciones, caídas, infidelidades. Pero el pescador galileo no se amedrentó, y lo siguió hasta el final. Sabía que se había embarcado en una aventura sin retorno, sin añorar lo que había dejado, sin mirar atrás. Y amó a Jesús con tanta devoción, que terminó dando la vida por él de la manera más cruel.
Es que cuando uno descubre un ideal que vale la pena, todas las demás cosas de su vida pasan a ser secundarias. Tan secundarias que hasta se es capaz de morir dolorosamente por él. Incluso cabeza abajo. Como lo hizo el rudo pescador galileo, luego de haber descubierto a Jesús, y comprender que ya no había en su vida nada más grande por qué vivir.